Tras la propuesta presentada por la Comisión en octubre de 2011, son el Consejo y el Parlamento europeos los que están cerrando las directrices que dirigirán el desarrollo de las infraestructuras de transporte que se financiarán con el apoyo de la UE entre los años 2014 y 2020. La Comisión presentó en octubre de 2011, tras dos años de consultas, la nueva configuración de la Red Transeuropea de Transporte (RTE-T), proyecto cuyo desarrollo tiene como objetivo último dotar la UE de una red principal de comunicación en la que se habrán eliminado los cuellos de botella y que contará con infraestructuras modernas, de manera que dinamizará las operaciones de transporte mejorando los pasos fronterizos y las conexiones entre los diferentes modos de transporte, contribuyendo además a cumplir con los objetivos de la UE en materia de cambio climático. El grueso de este proyecto se centra principalmente en la financiación de ferrocarriles y vías de agua interiores navegables, aunque también permite, en determinadas circunstancias, financiar proyectos de transporte por carretera mediante subvenciones. En junio de este año, la propuesta de la Comisión pasó por el Consejo, órgano europeo integrado por los representantes de los Estados miembros de la UE, para su revisión. La propuesta la está analizando ahora el Parlamento Europeo, y será este mes de noviembre, si se cumple la agenda prevista, cuando presente sus aportaciones al mismo. La Comisión Europea se ha puesto como objetivo que esta red de transportes integradora esté concluida para el año 2030. La propuesta actual cubre la financiación de proyectos para el periodo comprendido entre los años 2014 y 2020. Las primeras directrices de la RTE-T se establecieron en el año 1996 y esta es la segunda vez que se somete a revisión (la primera se efectuó en 2003). En esta revisión se ha apostado por una nueva política, que establece una red de transporte más pequeña y mejor definida para Europa, con el objetivo de gastar en menos proyectos, en los que se pueda conseguir un verdadero valor añadido europeo. La RTE-T está configurada por una Red Básica (la que debe estar finalizada en 2030) y otra Global, que se concluiría en 2050. Con la Red Básica se quiere configurar una malla de conexión que unirá los principales nodos a través de corredores multimodales. Es decir, todos los puertos, aeropuertos, plataformas logísticas y centros de producción estarán conectados a ejes viarios y/o ferroviarios y en su caso fluviales, tanto para mercancías como para pasajeros, lo que implica la plena interoperabilidad. Estos nodos son áreas urbanas de más de un millón de habitantes o puertos que superan anualmente el 1% del total del tráfico marítimo de la UE. La creación de la Red Básica o principal se facilita mediante un planteamiento basado en diez corredores, que son los que sientan las bases para un fomento coordinado de la infraestructura dentro de la red principal. Esos corredores abarcan un mínimo de tres modos, tres Estados miembros y dos tramos transfronterizos. La Red Global, por su parte, es más extensa y se constituye a través de las vías de comunicación que se ramifican a partir de la Red Básica. Uno de los objetivos es garantizar que, de forma progresiva y para 2050, la inmensa mayoría de las empresas y los ciudadanos europeos no necesite más de treinta de minutos de viaje para acceder a esta red capilar.